Wednesday, July 26, 2006

¿Culpables por omisión?





“Tendremos que arrepentirnos en esta generación no tanto por la perversidad de las personas malvadas, sino por el asombroso silencio de las personas buenas.”
Martin Luther King Jr. - Carta desde la cárcel de Birmingham




Con un simple recorrido de las calles de nuestra ciudad podemos ver niños, adolescentes e incluso adultos, con evidente necesidad económica, pidiendo por alguna moneda sobrante que tengamos, muchas veces olvidadas en el auto. Esta realidad no es nada nueva, al contrario ha venido aumentando durante décadas, sin señales de desaparecer.

La situación por ser evidente no ha podido dejar de ser paraje de múltiples opiniones. Conocido por todos es que la situación resulta incómoda y fastidiosa. Interiormente sabemos que nos sentiríamos aliviados si las autoridades sacan a los mendigos de la calle de una vez por todas, no sólo porque nos dejarían de molestar, sino que además la ciudad se vería más bonita y agradable. Nadie espera algo provechoso de ellos, es más se cree con seguridad que aquellos niños y jóvenes son los próximos delincuentes de la sociedad. Comenzamos a ignorarlos y pasamos a rechazarlos. Alguna que otra vez calmamos la conciencia entregando la moneda que nos sobra.

Así fue como poco a poco nos desaprendimos del problema y nos volvimos indiferentes. Los orígenes, consecuencias (y ni hablar de posibles soluciones), al no ser de nuestra competencia, pasaron a ser parte del olvido.

Es ahí en las calles donde en mayor grado se ve representada la desigualdad y la miseria, pero no es el único. Sus manifestaciones se dan en todos los ámbitos de la sociedad y nuestra actitud sigue siendo la misma. ¿Por qué un niño implora una moneda? ¿Por qué me despidieron sin previo aviso? ¿Por qué el seguro social no funciona como debe? Todas las injusticias que seguimos viviendo son el resultado de un sistema corrupto que ha venido aumentando con el paso de los años, dotado de anti-valores, con moral extraviada y ausencia de solidaridad.

Mientras esto ocurre, optamos por ser meros observadores. Callamos por falta de interés o valentía, frente a aquellos sujetos que colaboraron y lucraron a costas de todos nosotros. Consentimos a burócratas inservibles, funcionarios deficientes, empresarios inútiles, jueces sobornables, sindicalistas insaciables y políticos incompetentes. Nos rendimos al adaptarnos al sistema.

La mendicidad, la prostitución, la delincuencia y otros males de nuestra sociedad, son la consecuencia del sistema deformado y el cual hoy, más que nunca, resulta inaceptable. Estos problemas se viven en nuestras calles, son una falla de nuestra ciudad y país, forman parte de nosotros. No sólo tenemos el derecho de cuestionar las falencias del sistema, es nuestra obligación como ciudadanos responsables. Todos debemos comenzar a involucrarnos en el debate público, ya que de esta manera nos formaremos sensibles a las circunstancias y dejaremos de pensar que son ajenas a nuestra realidad.

Tomar iniciativas no es fácil cuando el sistema de valores es injusto. Requiere mucho coraje andar frente a la corriente, convencidos de lo que creemos, incluso cuando esto significa hacerlo solos.

La idea no es fomentar el sueño de cambiar el mundo o de motivar al no conformismo partiendo de un deseo ingenuo y sin base. No se trata de lanzarse a emprender macro proyectos y desvalorizar lo pequeño y lo esencial. Lo más probable es que caigamos en un activismo, donde prime la actividad por la actividad. Esto no quiere decir que dejemos de pensar en grande, sino que además debemos de ser coherentes en lo cotidiano. Inspirar a otros al tornar situaciones difíciles en ejemplos de rectitud, combatiendo desinteresadamente el atropello.

Una vez que comprendamos el gran valor que tienen nuestras acciones, la indiferencia que hoy preside, pasará a ser reconocida como responsabilidad. El compromiso que tenemos con la sociedad es el de ofrecer nuestros talentos, con la mirada puesta en construir un futuro efectivo para el bien común y no sólo para intereses personales. Permanecer en silencio es fomentar a la impunidad, premiar a los delincuentes y convertirnos en culpables por omisión.


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